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Mi pensamiento dentro de un charco




Mi pensamiento dentro de un charco


El día está gris y las nubes, aún pesadas, dejan caer gotas esporádicas sobre el empedrado. Estoy aquí, justo al lado de la iglesia, observando cómo la novia avanza con su padre. Sus rostros reflejan una mezcla de nerviosismo y alegría. Llevan meses esperando este momento y nada, ni siquiera la lluvia, puede arruinarlo.


El vestido blanco de la novia contrasta con el cielo nublado, y su padre, con pasos firmes, la guía a través de la calle mojada. Los charcos son trampas líquidas que ambos esquivan con cuidado, casi como si fuera un baile sincronizado. Me adelanto unos metros, mi mente ya visualiza la fotografía perfecta. Veo un charco grande, casi como un espejo en el suelo, y sé que ahí está la magia.


Con un salto, me coloco al otro lado del charco. El agua salpica y siento cómo se empapan mis rodillas y el pantalón, pero no importa. Bajo la cámara, hasta casi tocar el agua, buscando el ángulo justo mientras las sobrinas, con sus cestas llenas de pétalos, avanzan delante de la novia. Se mueven con gracia infantil, sin percatarse del drama visual que se está desarrollando a sus pies.


Decido hacer un encuadre diferente, un poco arriesgado. No quiero mostrar los rostros directamente, prefiero que sus reflejos en el agua hablen por ellos. En esa distorsión hay algo mágico, casi onírico. Pienso que cualquier futura novia que vea esta foto podría imaginarse en esta situación, llena de emociones, caminando hacia la iglesia.


El suspense aumenta cuando una de las niñas, con su vestido y zapatitos impecables, se acerca al charco. Espero el momento exacto en que su pie izquierdo está a punto de tocar la superficie del agua, sabiendo que cuando lo haga podría borrar la imagen reflejada por completo. Es el momento decisivo, el instante en que todo se conjuga para crear algo único.


Disparo. El obturador captura la escena justo antes de que la imagen en el agua se desvanezca. Me levanto, sintiendo el peso de la humedad en mi ropa, pero con una satisfacción indescriptible. Esta fotografía, aunque sencilla, resume la actitud de ese día. A pesar de acabar empapado, estoy orgulloso. Tengo una imagen realmente impactante e icónica, que demuestra que incluso en los días lluviosos, se pueden encontrar momentos inmortales.

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